Soy y he sido un francotirador educativo. Durante un tiempo me sentí orgulloso, significaba un antes y un después en mi vida educativa, y me permitía poner en práctica nuevas metodologías y enfoques: ABP, tareas integradas, ludificación, enseñanza invertida.
Estos años han sido muy ricos, he experimentado y he errado. He conseguido aprender de muchos docentes, e incluso he tenido el privilegio de poder compartirlo en varios cursos y ponencias.
Sin embargo, esta vía ya se ha agotado, al menos para mí. Al igual que en el cuento de la ciudad de los pozos, considero que he dedicado más tiempo a decorar mi pozo e intentar diferenciarlo/me de los demás. Ha llegado el momento de empezar a profundizar, abandonar los artificios, ponerme en contacto con otros pozos, simplemente porque mi camino deja de ser mío para ser nuestro.
Si de verdad quiero cambiar algo, no puedo hacerlo solo en mi centro. Por mucho que acuda a eventos educativos, ponencias o intente formarme, ¿qué va a cambiar para mi alumnado y para mi centro?. No basta con demostrar que se puede hacer en tus clases, tienes que acompañar a compañeros/as docentes, tienes que luchar con ellos/as y conseguir que se cree un umbral crítico que pueda promover el cambio.
Es aquí donde esta el verdadero reto: conseguir que el capital profesional de mi centro se implique, que el alumnado vibre y que sea nuestro portavoz. Que padres y madres sean nuestros defensores, que sea la comunidad educativa la que conduzca y protagonice el cambio educativo.
Ese camino ya está iniciado, a pesar de los obstáculos y de los sinsabores, se ha lanzado una apuesta. Una apuesta que no quiere definirse como una balcanización del centro, no somos los unos contra los otros. No queremos abogar por la uniformidad, por el contrario queremos eliminar el individualismo para convertirnos en una comunidad, ¿quién sabe?, puede que en una comunidad de aprendizaje.
Crédito photo credit: DVIDSHUB via photopin cc
Debe estar conectado para enviar un comentario.