Si preguntamos a un centro o a un docente por la atención a la diversidad en el aula afirmará con rotundidad que la cumple, y sin embargo, para muchos docentes la inclusión como cultura y política, es una pesada carga, un lastre para sus clases.. Algo que contraviene la legitimidad de exigir estas prácticas, culturas y políticas inclusivas. Si, exigir, por que la inclusión es un derecho.
Derecho del que nosotros, los docentes, somos garantes del cumplimiento de ese derecho en nuestras aulas. Y es que algo nos debe quedar bien claro: no nos pagan por enseñar, nos pagan por garantizar el aprendizaje, y eso implica trabajar con todo el alumnado, independientemente de su rendimiento en el aula, o si sufren una (dis)capacidad. Debemos partir del principio de neurodiversidad. En nuestras aulas existen tantas formas de aprender como alumnado tenemos, tantos cerebros diferenciados, que debemos buscar estrategias y metodologías que se adapten a todo el alumnado. Comprender que nuestro cerebro es plástico y que las múltiples tests de inteligencia, creatividad.. son indicadores de rendimiento, que no de capacidad.
Por último, entender que la atención a la diversidad, al menos para mi, consiste en atender a todo nuestro alumnado en el aula ordinaria el máximo tiempo posible y todo lo que sus necesidades se lo permitan. Que existen medidas como la docencia compartida o la programación multinivel que pueden promover una atención a la diversidad tan efectiva, que se haga factible el suicidio del PT.
Es verdad que toda la responsabilidad no puede recaer en nosotros. Existe un sistema interescolar que nos afecta: pruebas de rendimiento, PISA, un currículum marcado por la ley. También hay todo un sistema económico y social que no depende de nosotros. Esto no quita, que al igual que todos los grandes movimientos sociales y luchas por los derechos: población negra, feminismo, lucha por los derechos civiles .. En todos y cada uno de ellos las Educación ha sido un pivote fundamental en sus exigencias, ya que la Educación, pese a quién le pese, sigue siendo el principal promotor de ascenso y reconocimiento social. La salvedad en este movimiento y lucha por la inclusión, es que algunos y algunas de los afectados no tienen la posibilidad de quejarse y luchar por sus derechos, así que los que creemos en la inclusión tendremos que gritar más fuerte. Quizás así nos escuchen.
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