Ayer fue un día grande para la Educación, ayer personas que intentamos evitarlas en la calle o que no nos gustaría que se juntaran con nuestros hijos me dieron una lección de la vida. No era esta la única lección que he recibido ya que durante algunos años he colaborado con el voluntariado que trabaja con Pastoral Penitenciaria, sin embargo, ayer se hizo realidad algo que durante muchos años había pensado que podría ser crucial en el desarrollo emocional de nuestros alumnos, una charla con los miembros de la prisión de Jaén y nuestros alumnos de la ESO.
Hubo momentos de verdadera emoción cuando uno de los internos, que era de Úbeda, reconoció delante de cientos de personas todas sus miserias, desnudando el alma delante de desconocidos y pidiendo perdón en público a sus padres, que estaban allí presentes.
Otros surgieron cuando algunos de nuestros alumnos se reconocían en lo que los internos comentaban: sus problemas con las drogas, las enfermedades que habían adquirido, los problemas que le habían causado a sus padres, por ejemplo, uno de los internos me comentaba que su madre no celebraba la Navidad porque se encontraba sola.
Imaginad que en un auditorio con cientos de personas, en el que solo hay cinco o seis personas en el escenario se logre un silencio absoluto, que no haya caras aburridas, que exista una verdadera conexión emocional y que ellos, los internos, aquellos a los que la sociedad ha alejado intentan aportar algo bueno para que en un futuro algún chaval se acuerde de ellos y diga: No, yo no necesito droga.
Como dijo uno de ellos, acordaros del gallego cuando estéis ahí fuera. Yo sin duda me acordaré porque en tres horas de charla no se puede decir más, solo me quedo con una duda ¿Qué debemos copiar nosotros, los profesores y maestros, de la UTE?